martes, 31 de mayo de 2011

Mensajes - Reflexiones para el Salmista #3

Este texto, fue tomado de los Comentarios de San Ambrosio

El templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros
San Ambrosio, Comentario sobre el salmo 118, 12.13-14
 (Oficio de lectura, XIV Jueves del tiempo ordinario)


 Yo y el Padre vendremos y haremos morada en él. Que cuando venga encuentre, pues, tu puerta abierta, ábrele tú alma, extiende el interior de tu mente para que pueda contemplar en ella riquezas de rectitud, tesoros de paz, suavidad de gracia. Dilata tu corazón, sal al encuentro del sol de la luz eterna que alumbra a todo hombre. Esta luz verdadera brilla para todos, pero el que cierra sus ventanas se priva a sí mismo de la luz eterna. También tú, si cierras la puerta de tu alma, dejas afuera a Cristo. Aunque tiene poder para entrar, no quiere, sin embargo, ser inoportuno, no quiere obligar a la fuerza.

Él salió del seno de la Virgen como el sol naciente, para iluminar con su luz todo el orbe de la tierra. Reciben esta luz los que desean la claridad del resplandor sin fin, aquella claridad que no interrumpe noche alguna. En efecto, a este sol que vemos cada día suceden las tinieblas de la noche; en cambio, el Sol de justicia nunca se pone, porque a la sabiduría no sucede la malicia.

Dichoso, pues, aquel a cuya puerta llama Cristo. Nuestra puerta es la fe, la cual, si es resistente, defiende toda la casa. Por esta puerta entra Cristo. Por esto, dice la Iglesia en el Cantar de los cantares: Oigo a mi amado que llama a la puerta. Escúchalo cómo llama, cómo desea entrar: ¡Ábreme, mi paloma sin mancha, que tengo la cabeza cuajada de rocío, mis rizos, del relente de la noche!

Considera cuándo es principalmente que llama a tu puerta el Verbo de Dios, siendo así que su cabeza está cuajada del rocío de la noche. Él se digna visitar a los que están tentados o atribulados, para que nadie sucumba bajo el peso de la tribulación. Su cabeza, por tanto, se cubre de rocío o de relente cuando su cuerpo está en dificultades. Entonces, pues, es cuando hay que estar en vela, no sea que cuando venga el Esposo se vea obligado a retirarse. Porque, si estás dormido y tu corazón no está en vela, se marcha sin haber llamado; pero, si tu corazón está en vela, llama y pide que se le abra la puerta.

Hay, pues, una puerta en nuestra alma, hay en nosotros aquellas puertas de las que dice el salmo: ¡Portones! alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria. Si quieres alzar los dinteles de tu fe, entrará a ti el Rey de la gloria, llevando consigo el triunfo de su pasión. También el triunfo tiene sus puertas, pues leemos en el salmo lo que dice el Señor Jesús por boca del salmista: Abridme las puertas del triunfo.

Vemos, por tanto, que el alma tiene su puerta, a la que viene Cristo y llama. Ábrele, pues; quiere entrar, quiere hallar en vela a su Esposa.

jueves, 26 de mayo de 2011

Acordes para guitarra

(Fuente: http://www.gruposmusicalesparroquiales.org)

Mensajes - Reflexiones para el Salmista #2


Este texto, fue tomado de los Comentarios de San Ambrosio

ABRE TU BOCA A LA PALABRA DE DIOS
De los comentarios de San Ambrosio, obispo, sobre los salmos.
(Salmo 36, 65-66: CSEL 64, 123-125)

En todo momento, tu corazón y tu boca deben meditar la sabiduría, y tu lengua proclamar la justicia, siempre debes llevar en el corazón la ley de tu Dios. Por esto, te dice la Escritura. Hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado. Hablemos, pues, del Señor Jesús, porque él es la sabiduría, él es la palabra, y Palabra de Dios.

Porque también está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Por él anhela quien repite sus palabras y las medita en su interior. Hablemos siempre de él. Si hablamos de sabiduría, él es la sabiduría; si de virtud, él es la virtud; si de justicia, él es la justicia; si de paz, él es la paz; si de la verdad, de la vida, de la redención, él es todo esto.

Está escrito: Abre tu boca a la palabra de Dios. Tú ábrela, que él habla. En este sentido dijo el salmista: Voy a escuchar lo que dice el Señor, y el mismo Hijo de Dios dice: Abre tu boca que te la llene. Pero no todos pueden percibir la sabiduría en toda su perfección, como Salomón o Daniel; a todos, sin embargo, se les infunde, según su capacidad, el espíritu de sabiduría, con tal de que tengan fe. Si crees, posees el espíritu de sabiduría.

Por esto, medita y habla siempre las cosas de Dios, estando en casa. Por la palabra casa podemos entender la iglesia o, también, nuestro interior, de modo que hablemos en nuestro interior con nosotros mismos. Habla con prudencia, para evitar el pecado, no sea que caigas por tu mucho hablar. Habla en tu interior contigo mismo como quien juzga. Habla cuando vayas de camino, para que nunca dejes de hacerlo. Hablas por el camino si hablas en Cristo, porque Cristo es el camino. Por el camino, háblate a ti mismo, habla a Cristo. Atiende cómo tienes que hablarle: Quiero –dice– que los hombres recen en cualquier lugar alzando las manos limpias de iras y divisiones. Habla, oh hombre, cuando te acuestes, no sea que te sorprenda el sueño de la muerte. Atiende cómo debes hablar al acostarte: No daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob.

Cuando te levantes, habla también de él, y cumplirás así lo que se te manda. Fíjate cómo te despierta Cristo. Tu alma dice: Oigo a mi amado que llama, y Cristo responde: Ábreme, amada mía. Ahora ve cómo despiertas tú a Cristo. El alma dice: ¡Muchachas de Jerusalén, os conjuro que no vayáis a molestar, que no despertéis al amor! El amor es Cristo.

Oración: Señor, tú que te complaces en habitar en los rectos y sencillos de corazón, concédenos vivir por tu gracia de tal manera que merezcamos tenerte siempre con nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo.

martes, 17 de mayo de 2011

Eres cristiano, Pues sonría..., por amor de Dios.


La alegría, el humor y los buenos modales son la mejor tarjeta de presentación del Evangelio.

¿Es cristiano? ¡Pues sonría..., por amor de Dios!

Educación y buenos modales abren puertas principales, dice el refrán; una máxima que también se cumple, a la hora de anunciar a Cristo vivo con la palabra y el ejemplo. Sin embargo, la alegría de la Pascua contrasta a veces con la vida sombría de los cristianos y con unos modales un tanto ásperos, a la hora de vivir y anunciar la Buena Noticia. Craso error, pues «no se puede anunciar el Evangelio a través de evangelizadores tristes». No en vano, las primeras palabras de Jesús resucitado fueron: ¡Alegraos!

«Recuerdo un episodio que me contó hace tiempo una religiosa. Acababa de hacer Ejercicios espirituales, regresaba en tren a su casa y estaba muy contenta. Había pasado una semana en un clima de oración y meditación. Había tenido, sobre todo, un poco de tiempo libre para estar con su Señor y reencontrarse a sí misma, en el gozo de la escucha de la Palabra. Era evidente que esta serenidad se le notaba en la cara, porque, al cabo de un rato, la señora que estaba sentada frente a ella le dijo: Hermana, está usted tan contenta que ni siquiera parece monja». Con esta anécdota empieza el psicólogo y religioso canosiano Amadeo Cencini su obra La alegría, sal de la vida cristiana (ed. Sal Terrae). Y no es un ataque contra las religiosas, sino una constatación expresiva de cómo, en demasiadas ocasiones, «nosotros, los creyentes, sacerdotes, consagrados, consagradas o laicos, no somos expertos en el tema de la alegría». Lo curioso es que, como el propio Cencini afirma, la mayoría de los estudios científicos sobre las razones de la felicidad, como el que acaba de hacer público la Royal Economic Society, en la Universidad de Warwick, Reino Unido, demuestran que las personas que creen en Dios y van con frecuencia a Misa son más felices que quienes no creen en Él, o no pisan una iglesia. Por tanto, según explica este psicólogo italiano, no es que Cristo no nos haga felices, sino que nos falla la forma de demostrarlo.

Felices sí, pero angustiados...

«Con frecuencia, no damos un testimonio de alegría. Nerviosos y tensos, preocupados o superocupados, olvidamos que éste es nuestro primer apostolado, y al final parecemos más comprometidos e inútilmente sombríos, que contentos de servir al Dios del gozo».
Los esterotipos anticatólicos tampoco ayudan, con sus caricaturas de cristianos sombríos, cabizbajos y gruñones. Ya lo decía Nietzsche: «Los cristianos no tienen cara de resucitados». Además, la sociedad relativista y de consumo «trata de hacer creer que se puede alcanzar la felicidad a bajo precio y en poco tiempo, en nuestros días cada vez más frenéticos, para ver después cómo se escapa por una nadería», como constata Cencini.

Evangelizar con una sonrisa

En este contexto social (y eclesial), vivir cotidianamente con alegría, enfrentar los problemas con esperanza realista, y anunciar a Cristo con una sonrisa, sin miedo y con las ideas claras, es la mejor tarjeta de presentación del Evangelio. Porque, si el Evangelio es Buena Noticia, el mal humor es incompatible. Así lo explica monseñor Damián Iguacén, obispo emérito de Tenerife y autor de meditaciones sobre advocaciones marianas singulares, como Nuestra Señora del Buen Humor: «El Señor no quiere seguidores gruñones, ni malhumorados, ni entristecidos. No le gustan las procesiones de sauces llorones. No le agradan las letanías de resentidos. No quiere hermanos de la Cofradía del Perpetuo Suspiro. Los cristianos hemos recibido en el Bautismo la consigna de servir al Señor con alegría; el mal humor no es un buen conductor de la Buena Noticia del Evangelio». En resumen, que «no se puede anunciar el Evangelio a través de evangelizadores tristes», porque tratar a las personas con amabilidad, interesarnos sinceramente por ellas o tener buenos modales son, no sólo un requisito indispensable para anunciar a Cristo resucitado, sino también un paso previo para evangelizar en nuestro entorno inmediato. Ahora bien, la felicidad cristiana de la que brotan la amabilidad, el ardor apostólico y la cercanía, o se experimenta, o no se alcanza por los puños. Como decía Juan Pablo II, «la alegría cristiana es una realidad que no se describe fácilmente, porque es espiritual y forma parte del Misterio». En realidad, no es sino un don de Dios: «Incluso desde un punto de vista psicológico, la alegría no es una cualidad que debemos buscar por ella misma, por el puro gusto de gozar, sino que está ligada a algo que la motiva, que la hace saltar y estallar en la persona. Es un fruto del Espíritu Santo», explica Cencini. O, en palabras de Juan Pablo II, «quien cree que Jesús es el Verbo encarnado, el Redentor del hombre, no puede menos de experimentar, en lo más íntimo, un sentido de alegría inmensa, que es consuelo, paz, abandono, resignación, gozo...»

El humor no es cosa de broma

Monseñor Iguacén aclara que tener buen humor y acercarse con una sonrisa incluso a quien nos fastidia, no es sinónimo de andar haciendo chascarrillos: «El buen humor no es humorismo, comicidad, ingenio, agudeza ni chiste. Es muy bueno hacer reír; pero también en eso puede haber excesos. El buen humor, que es siempre ingenioso y sabio, sabe que una frase, un pensamiento, llama más la atención y se fija más tiempo en la memoria y tiene más eficacia si se le pone la punta de lanza de una sonrisa. Aquí está el problema: muchos no saben sonreír, sólo saben reírse. Es muy importante controlar nuestras reacciones primarias y no dejarnos llevar por prontos; no actuemos movidos de los instintos, a bote pronto; los temperamentos también se pueden educar; no seamos primarios, sino educados».

¿Alegres en un mundo triste?

Los que critican a los cristianos por no ser alegres, suelen esgrimir también que la felicidad es imposible viendo cómo sufre el mundo, y al experimentar el sufrimiento en la vida de cada uno. ¿Tienen razón? En Spe salvi, Benedicto XVI reconoce que, «si no podemos esperar más de lo que es efectivamente posible en cada momento y de lo que podemos esperar que las autoridades políticas y económicas nos ofrezcan, nuestra vida se ve abocada muy pronto a quedar sin esperanza». Sin embargo, la alegría de saber que Jesús ha resucitado no sólo nos hace amables: también nos hace activos. Por eso, el Papa aclara que «la gran esperanza-certeza de que, a pesar de todas las frustraciones, mi vida personal y la Historia en su conjunto están custodiadas por el poder indestructible del Amor», es lo que convierte la alegría cristiana en «esperanza activa, con la cual luchamos para que las cosas no acaben en un final perverso». Será por eso que, en pleno 2011, sigue teniendo validez  la exhortación de Juan Pablo II: «¡No apaguéis esta alegría que nace de la fe en Cristo crucificado y resucitado! ¡Testimoniad vuestra alegría!»

Fuente:
Alfa y Omega > Nº 735 / 28-IV-2011 > Aquí y ahora. Por José Antonio Méndez

jueves, 5 de mayo de 2011

Cuidado de la Guitarra


Para aquella persona que tenga una guitarra, no solamente es comprarla y colocarla en una esquina o colgada en la pared de adorno y dejar que pase el tiempo (casi siempre ocurre esto con el pasar de los años). Es por ello, que se deben tomar en cuenta varias recomendaciones. Aquí les dejo un artículo publicado por la empresa World Music de Venezuela: “Limpieza de la Guitarra”

Un instrumento musical como puede ser la guitarra, el bajo o el banjo, entre otros, además de hacernos pasar buenos ratos y hacernos disfrutar son muy delicados, no podemos dejarlos como si tal cosa, requieren unos cuidados muy básicos, muy simples y muy importantes. Cualquier descuido que tengamos puede variar la sonoridad del instrumento y la calidad del sonido.

Es muy importante tener en cuenta el acabado de nuestra guitarra. Yo voy a hablar de guitarras, pero las técnicas y cuidados valen para el bajo, banjo, laud, sitar, mandolina,... en fin todos los instrumentos que tengan cuerdas y maderas. Retomo. Los acabados en las guitarras generalmente son de esmalte, laca o de uretano, estos cuidados pueden ser utilizados para el mantenimiento de todos ellos, pero también hay otros acabados menos usuales como los que son en base de aceite y hay que tener cuidado con los productos que se utilizan porque pueden corromperlos. Si no sabes de que es el acabado de tu guitarra o si será compatible el producto que has comprado con el, lo mejor es probarlo en un punto pequeño y 'oculto' de tu guitarra, para que si pasa lo peor, no se vea tanto. Esto lo puedes hacer con cinta adhesiva, para que no se extienda el producto.

Bien, vamos por el principio:

Limpieza de la Caja:
La manera más simple es limpiar la guitarra con un trapo suave de algodón después de cada uso humedecido en agua y después secarlo. Esto evitará las impurezas que se puedan quedar en la caja. Estas impurezas pueden ser desde sudor hasta algún otro líquido. Esto le devolverá el brillo que tenía y lo mantendrá durante mucho tiempo.

Si esto no es suficiente, porque no hemos limpiado después de cada uso la caja, hay un producto utilizado por muchos para una limpieza básica, el aceite rojo. Este producto es muy común para el cuidado de todos los muebles de la casa porque contiene muy poca cantidad de cera o silicona.

La cera o la silicona no son tan nocivos para la madera como se puede pensar en principio, porque le aportan una fina capa protectora que protegen mejor de las impurezas que el agua. Eso sí, ni tanto ni tan calvo. Utilizar este producto con moderación, es un instrumento no una lata de sardinas, porque abusar de el puede ocasionar que se impregne el acabado y reblandecer la madera con las temperaturas más calidad con la consecuente dificultad en las futuras restauraciones.

Estamos hablando del cuidado exterior de la caja, pero en las cajas de las guitarras acústicas tiende a acumularse polvo, y el polvo atrae a la humedad que afecta al sonido. Aunque suene exagerado, una forma de quitar el polvo del interior es con una aspiradora, eso sí, ten cuidado de no arañar el resto de la caja.

Las Cuerdas
Las cuerdas deben estar limpias para tener una buena afinación y un buen sonido. La suciedad y la grasa de los dedos se acumulan en las cuerdas y produce corrosión. Para evitar esto, hay que limpiar las cuerdas después de tocar con una tela limpia sin pelusas, que pueda pasarse por debajo de las cuerdas. Es importante que la tela no suelte pelusas porque lo que conseguiríamos con eso es ensuciar las cuerdas.

Mantener las cuerdas limpias disminuye la sensibilidad al tocarlas y alarga su vida útil, pero debes tener en cuenta que los lubricantes para cuerdas impiden su corrosión y las mantiene en buen estado pero abusar de ellos ocasiona que el sonido se apague.

El Diapasón
Si mantienes las cuerdas limpias evitas que la suciedad y la grasa se acumulen en el diapasón. Al cambiar las cuerdas debes limpiar el diapasón o mástil con una tela seca, si tu diapasón es de ébano o palorrosa puedes aplicar un poco de aceite de limón para eliminar las impurezas que puedan existir. Esto hace que la madera no se reseque tanto, con lo que lo tienes que dejar un tiempo. El tiempo varía en función de la suciedad o limpieza que tenga.

Una vez retirado el aceite hay que limpiar bien los trastes y la madera con estropajo muy fino en los que no son lacados porque si los haces te quedará un acabado mate.

La suciedad que se acumula en los bordes de los trastes se eliminan envolviendo una púa con una tela humedecida en aceite de limón.

Apliques
Los apliques son las partes metálicas de la guitarra, como son las clavijas, el puente, el trémolo... y deben limpiarse también con regularidad. Para eso deben utilizarse productos especiales para los cromados y niquelados, si en tu caso están chapadas en oro debes utilizar una tela suave.

Normalmente es posible eliminar la corrosión en estas piezas quitándolas y limpiándola con productos especiales y asegurándote de que están perfectamente limpias antes de volverlas a colocar.

Es muy útil tener un pequeño pincel para limpiar las piezas del trémolo, puente o cualquier sitio donde sea difícil acceder a ellas para limpiarla.

Todas estas técnicas de limpieza, utilizadas con regularidad no solo aumenta la vida de tu instrumento, sino que, además, conserva su sonido, tacto y apariencia como el primer día.

Fuente:
http://www.worldmusic.com.ve/main/index.php?option=com_content&view=article&id=59:limpieza-de-la-guitarra&catid=37:musicales&Itemid=59

El Carisma del Cantor


II convivencia de cantores. Madrid, marzo 1978. Kiko Argüello.

Que el Señor nos conceda humildad para este servicio  y poder expresar en el ambón los sentimientos del salmista para ayudar a la asamblea y esto es solo gracia. La Paz

El cantor. Este servicio es importante en la comunidad. ¿Qué misión tiene el cantor en la comunidad?: ayudar a los de fe más débil, la música acompaña y sirve a éste, acompañar a la palabra.

El canto es un sacramento (signo visible), es una forma por la que la comunidad dice a Dios, mediante signos, que la Palabra proclamada ha sido fecunda, que ha cumplido su misión en medio de nosotros.

Dice la Escritura que la Palabra de Dios es como la lluvia que cae sobre tierra y siempre la fecunda, nunca vuelve a Dios vacía. La respuesta a la Palabra en la asamblea es el canto. Siempre que cantamos Palabra de Dios, se la devolvemos hecha carne, hecha canto, cantada a una voz.

¿Cuál es la misión de la Palabra en la comunidad?. La Palabra crea la comunión, la koinonía, el amor entre nosotros. Los amigos cuando se lo pasan bien cantan juntos, no así los enemigos. De alguna forma la Palabra logra ponernos en comunión. El canto crea la comunión. Tiene la misión de hacer de la pluralidad, suma de personalidades individuales sin comunión interior, la comunidad. El canto expresa lo que hace la Palabra en medio de la pluralidad.

La primera expresión en la comunidad, los primeros berridos, son los cantos, que preanuncian que se empieza a crear la comunión. Cuando se está en crisis no se canta. Por eso, dime cómo canta una comunidad y te diré que espíritu tiene.
             
El cantor ayuda a que la comunidad cante, enseña los cantos. El cantor expresa que la comunidad nunca subsiste sin Cristo que la fecunda, la perdona, la conduce por el camino que va al Padre, El está con nosotros, suscita catequistas, nos lleva paso por paso.

La comunidad no puede cantar sin su cabeza, Cristo. El solista representa a Cristo; la comunidad responde al solista. Ningún salmo se canta sin estar unido a Cristo.

Todos tenemos un acusador, satán, te quiere convencer que tú eres un cerdo, un imbécil, que estás neurótico, que nuca cambiarás de vida y te invita a largarte de aquí. Que te vayas y te dejes de cristianismos, nos dice que Dios no puede querernos. El abogado, el que nos defiende, es el Espíritu Santo paráclito. Nos dice lo contrario: Cristo ha muerto por todos los pecados. Para salvar al pecador.

La fuerza del pecado es la ley, dice San Pablo; paga, no tienes salidas, el pecado te aplasta como una losa, te mete hasta el fondo. La imagen de Cristo es que ha muerto por los pecados. La imagen de Jesús en la cruz significa que cuando te sientas oprimido por el pecado, me sienta cercado, la ley me condena, Jesús ha dado la vida por la Ley, Dios me acepta, no me rechaza, me vuelve a perdonar, tengo en Jesús una luz para mis pecados, Jesús ha abierto un camino, es el único que me quiere pecador, no quiere que peque porque el pecado me destruye. Viendo a Cristo conozco a Dios, Cristo intercede, hace de puente, comunica a Dios, el Espíritu de Dios, que me ama. Por eso Cristo canta con nosotros, dice en el salmo 16: "los enemigos me acusan: venga de Tí mi sentencia, los demás me condenan, Tú ves la rectitud, soy inocente, tengo...."; Jesús reza con nosotros. Nos permite decir: "Tú me escrutas por la noche y ves que no tengo malicia en mi corazón". Jesús se ha hecho uno contigo, se presenta ante el padre unido a ti. Jesús muere, se hace carne conmigo, se ha hecho Kiko, pecador.

Nunca cantamos la Palabra de Dios sin Jesús. Tú sabes que no hay malicia en mí, puedo decirlo porque Cristo está cantándolo conmigo, me acompaña. Hay una parte que la canta el solista. La comunidad unida a Cristo remacha. Es importante que el cantor haga el servicio con un mínimo de humildad: "la humildad es la verdad" (Sta. Teresa).

La música es a la Palabra lo que el Espíritu al cuerpo. Cada palabra tiene una música, la música es el tonillo. Al hablar lo hacemos con una música. Lo que nos molesta a veces es el tonillo (¡Nos dice la cosa con retintín!...). Cada palabra tiene una música. Esa música, es el espíritu de la palabra, como el cuerpo, y que procede del espíritu del hombre, de cómo lo sienta, por eso el que habla, por su música se puede conocer si suena a falso, pues es difícil engañar, pues no depende de la razón sino del subconsciente, no la puedes controlar.

Uno se enrolla porque quisiera decir la verdad pero no la dice, no da de lo de dentro y se le nota. Otro, el neurótico, todos los días contando batallitas. Otro, habla y todos le escuchan, cuenta sus vivencias, nos damos cuenta de que al hablar da algo, todo el que se da aporta, da algo.

Cuando uno se enrolla...¿Qué quiere decir que se enrolla?: que envuelve, intenta camuflar sus palabras, y se nota. La música de las palabras no se puede cambiar. Por eso lo lectores de la Iglesia no eran gente de la radio, en primer lugar porque no había; se elegían entre los que tenían fe, que podían testificar el Evangelio. Cuando lo proclamaban metían su música, su vida.

Cuando la comunidad llegue a su madurez surgirán ministerios según su fe. Todo esto es para decir que con la Palabra cantada es peor. Todo cambia cuando se habla con el Espíritu. De lo contrario al hablar uno dice su verdad: que es un pecador,..., y no hay quien lo aguante.

Cantar es difícil, no porque haya que vocalizar, etc., sino porque es difícil expresar lo de dentro, mostrar el contenido del Evangelio. Os invito a cantar en la Verdad, que sale siempre del corazón, para no ser signos de vuestro pecado. La música no se puede camuflar. Se va a descubrir en el camino el servicio de salmista, importante y difícil.

¿Cómo se forma un cantor?: el cantor se va formando conforme vive su fe. Hacer buenos cantores es hacer gente que viva el cristianismo. Conforme vive su fe, crece su posibilidad de decir.

Ahora que hace falta un mínimo de voz, aunque lo importante es que se sienta, y no se siente porque uno quiera, se nota si uno está afectado, canta con afectación. En la asamblea cristiana no había este ministerio.

Es importante la postura, pues quita si no el respeto a la Liturgia, porque hay una presencia; con el cuerpo se dice aquí está Cristo. Estamos en el nombre del Señor, haciendo un servicio, está el Espíritu del siervo sufriente. El cantor es el que tiene más Espíritu de este siervo, y posibilidades de exultar. El canto es la expresión religiosa más alta, más que el templo, la música. Todas las religiones tienen sus cantos. Cantar con todas las fuerzas, alzando la voz a Dios. El canto es a la Palabra lo que el Espíritu es al cuerpo... como la danza expresa el amor comunicado, es una forma de sentirnos unidos al hombre, una asamblea que expresa lo que hace el Espíritu Santo. Vamos a un tipo de asamblea comunitaria.

El Señor nos llama a convertirnos a cantor, a trabajar nuestro servicio, conocer un mínimo la guitarra.

Lo más importante del canto es lo que lo conforma, la forma de decir, el músico viene detrás al servicio del Espíritu. El cantor es un instrumento al servicio del Espíritu. Tenemos la responsabilidad de que no se cante de cualquier forma, por eso hay que aprender bien los cantos, cantarlos cercanos a nosotros los catequistas, ya que el Señor nos los ha inspirado para abrir este carisma.

Fuente:
II convivencia de cantores. Madrid, marzo 1978. Kiko Argüello.